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Día mundial de la alimentación. Aumento de la hambruna en el mundo por la pandemia

La pandemia ha provocado un incremento de la hambruna en más de 118 millones de personas con respecto a 2019. Pero iniciativas como la que desarrollamos en Malí (de producción de moringa gestionada por cooperativas de mujeres donde se trabaja para activar un sistema agroalimentario propio) intenta minimizar sus efectos.

En 1979 los 147 países representantes de la FAO decidieron fijar el 16 de octubre como día mundial de la alimentación para desarrollar acciones a favor de la lucha contra la desnutrición, el hambre y la pobreza. Año tras año trabajan para mejorar las tasas de nutrición, la seguridad de la alimentación, la distribución de los canales de alimentación, la productividad de la tierra, el control de las enfermedades de los animales que consumimos y, en definitiva, todo un sistema agroalimentario en el que están involucradas mil millones de personas, más que en cualquier otro sector económico.

Todo ese trabajo resulta insuficiente frente las cifras que nos presenta la FAO en su último informe del Estado de la Seguridad Alimentaria y Nutrición en el Mundo: en 2020 padecieron hambre en todo el mundo de 720 a 811 millones de personas, 118 millones de personas más que en 2019. La pandemia del coronavirus ha provocado un incremento gigantesco de millones de personas que engrosan las cifras de la hambruna. Alrededor de 660 millones podrían seguir padeciendo hambre en 2030, en parte por los efectos duraderos de la pandemia de la COVID-19 en la seguridad alimentaria mundial, 30 millones más que si no hubiera tenido lugar la pandemia. Por desgracia, los avances para lograr alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se verán gravemente afectados. Si bien los efectos aún no han sido valorados cuantitativamente, es muy probable que afecten de manera inmediata y a largo plazo a la población, lo que lastrará  la consecución del ODS2  “Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible” y el ODS 3 “Garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades”.

Otro factor que hay que tener en cuenta es el cambio climático. La desertificación avanza en el mundo a gran velocidad. Por poner un ejemplo, en África afecta a un 45% de su superficie. Es imprescindible restaurarla para crear tierras productivas y sistemas alimentarios sostenibles y resistentes. Hay que tener en cuenta que el 60% de los africanos dependen de la tierra.

En Mali, la inseguridad alimentaria afecta a un promedio de 3,6 millónes de personas al año, el 18% de su población. El difícil acceso a una nutrición adecuada repercute negativamente en la esperanza de vida de los malienses, que se sitúa en 59 años de edad. En una sociedad mayoritariamente agrícola, las mujeres apenas poseen o dirigen explotaciones, mermando su capacidad de independencia económica.

Desde medicusmundi estamos desarrollando un proyecto para mejorar la calidad nutricional de los alimentos en el mercado de Koulikoro. Realizado conjuntamente con la Fundación Pájaro Azul, esta idea nace de la petición de un grupo de mujeres de Mafeya para mejorar la calidad y la cantidad de la producción hortícola, y la introducción de producción autóctona como la moringa (utilizada en la alimentación maliense originariamente), gestionada por ellas a través de una cooperativa. El objetivo es apoyarlas con formación en técnicas agrícolas, gestión de la cooperativa y nutrición, a la vez contribuiyendo a aumentar sus ingresos promoviendo un desarrollo más inclusivo y equilibrado en la zona. Sin perder de vista el enfoque en derechos humanos y la igualdad de género, el proyecto se evaluará trimestralmente para monitorizar sus avances, ya que podría servir de ejemplo para otras comunidades en el país africano.

Janeth Aguirre, coordinadora del proyecto y miembro de nuestra organización socia local, nos comenta los factores de la crisis alimentaria en el Sahel y particularmente en Mali: “ Hay muchos factores que están conectados. Por un lado tenemos el cambio climático, con menos meses de lluvia y más de sequía. A la vez, las semillas pierden vitalidad por las altas temperaturas y no crecen tanto, son más pequeñas. Se necesitarían abonos biológicos a los que difícilmente tiene acceso la población. El riego supone un grave problema, ya que los pozos son insuficientes y se cada vez se excavan más profundos para encontrar un poco mas de agua. Nuestros campesinos lo pasan muy mal, pues la tierra con su calentamiento dificulta el crecimiento de los productos alimentarios, senecesitan nuevas técnicas agrícolas, nuevas semillas que resistan las altas temperaturas, sistemas de riego para implantar “puntos verdes” y revertir la tendencia a la desertificación de nuestras tierras”.

Otro problema es, según nos explica Janeth, la mano de obra: “Los jóvenes y en general la mano de obra agrícola emigran hacia otras zonas donde trabajar. Existe un éxodo hacia la ciudad para buscar trabajos donde ganen más dinero. Pero con la superpoblación sólo encuentran economías de subsistencia, y tratan de enviar algo a sus familias en los poblados.Son las mujeres las que quedan para asegurar el “pan de cada dia”. Ellas van a los huertos, cultivan y venden lo que no consumen para asegurarse el sostenimiento diario.

Cuando hay programas como el nuestro en Mafeya, muchos jóvenes confiesan que si no fuese por los programas de la Moringa y mejora de la nutrición, se habrían ido. En ellos encuentran trabajo, motivación y algo de dinero para su sostenimiento”.

Con respecto a la pandemia, Janeth comenta que no hubo muchos contagios. Pero debido a la subida de los carburantes, empezaron a escasear los cereales,y se encarecieron los productos importados (se entiende aquí por importado, lo que no se produce en la región y que tiene que venir de otras regiones o del exterior):”Todo esto llevó a las familias a vivir momentos de mucha angustia, al no encontrar los productos alimentarios necesarios. Por desgracia, la distribución de los alimentos ha supuesto un  revés para la región”.

Continuamos hablando sobre si las niñas son la población más vulnerable. Según Janeth, los niños en general son los mas afectados, ya que tradicionalmente se sirven primero los adultos. “Los niños son lo últimos en comer, si queda y lo que queda. Pero por cultura y tradición las niñas realizan los trabajos físicos: ellas buscan el agua, la leña para cocinar, barren, friegan, cocina, y los chicos juegan, porque son hombres. Teniendo en cuenta todo esto, las niñas son las que más llevan la parte peor de todo esto. Por eso nos parece muy importante desarrollar programas que lleven a cabo las mujeres, para cambiar la percepción social del rol femenino”.

En cuanto a la respuesta de la Comunidad Internacional a esta crisis considera que lo que se percibe a día de hoy es una atención asistencialista sin mucho impacto más allá que el de aliviar el hambre de la población mas vulnerable.”No hay políticas de agricultura sostenible. Algunos países apoyan iniciativas de procesos comunitarios a largo plazo, pero sin un seguimiento a las iniciativas.Seria de gran impacto el establecer programas de formación y capacitación, de mejora de infraestructuras que garanticen una agro-economía sostenible y duradera”. Dicho queda.