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La fuerza del voluntariado

Si hay algo que siempre ha caracterizado a medicusmundi araba desde sus orígenes, hace casi 50 años, es su voluntariado. Un voluntariado integrado por mujeres y hombres, estudiantes, personas profesionales, trabajadoras, jubiladas… personas con perfiles diferentes que, sin embargo, comparten un objetivo común: contribuir a un mundo más justo. Desde aquí, queremos rendirles un homenaje ofreciendo el testimonio de tres de ellas: 

Nati Cariñeta, enfermera de 50 años, se incorporó hace 27 años, cuando llegó a Vitoria-Gasteiz a trabajar junto con su pareja, Andrés Abrain, médico de profesión.

En su juventud estuvo vinculada al voluntariado en movimientos sociales pero la relación con el mundo de la cooperación se inició tras un viaje a Perú donde conoció el funcionamiento de un proyecto de promoción de la salud. “Aquello nos marcó; pensamos que para poder ofrecer algo allí, teníamos que formarnos. Luego, ya en casa, nos dimos cuenta que desde aquí también se puede colaborar de muchas formas”, explica.

En su opinión, dedicar unas horas a una labor altruista ayuda a tener una mayor sensibilidad social y a entender otras realidades. Además, a nivel personal, “es enriquecedor” porque conoces “a gente agradable y comprometida”. Su labor en medicusmundi ha venido marcada por las circunstancias personales de cada momento y considera importante lograr un equilibrio evitando remordimientos de conciencia. “Hay momentos en la vida en los que puedes estar más activa y otros en los que no; hay que aceptarlo así y no sufrir conflictos”, reflexiona.

Nati participó en la comisión de difusión y educación para el desarrollo y actualmente es vicepresidenta de la Junta de medicusmundi araba.

Itziar Gorosabel, arquitecta de profesión de 30 años, colabora con medicusmundi araba desde hace seis. En la actualidad, es miembro de la Junta y cubre turnos en la tienda de Comercio Justo.

Para Itziar el voluntariado es una opción personal, “porque puedes vivir en tu burbuja, con los problemas cotidianos, muchas veces banales, o puedes intentar ser útil socialmente, implicándote para cambiar el mundo”. La colaboración desinteresada es además gratificante: “Por ejemplo, estar en la tienda y vender un producto no significa que has vendido y ya está. Porque sabes que cuando vendes comercio justo estás contribuyendo a una sociedad más justa”.

Insiste en que no es necesario tener una formación específica y en que cualquier persona puede aportar a la organización de forma diferente, en función de sus preferencias, de su formación y de su disponibilidad.

Daniel Fernández de Larrinoa decidió sumarse al equipo de medicusmundi hace 9 años. “Esporádicamente compraba algún producto de Comercio Justo y leía alguna revista de la asociación y poco a poco me fui haciendo preguntas”, indica este bibliotecario de 38 años.

Coincide en que la labor de voluntariado enriquece porque “no es solo fachada”. A su juicio, “te ayuda a entender el planeta en el que vivimos y a analizar las cosas desde otro prisma, porque son temas que no aparecen en la prensa pero que son importantes”. Daniel, que colabora en la tienda y es el tesorero de la Junta, destaca que “sin personas voluntarias, muchas de las cosas que se hacen no se podrían llevar a cabo”.