La malaria y su impacto global por los recortes de USAID
Viernes,25 abril 2025Cuando la ciencia parecía que podía acorralarla, con hasta 12 millones de vidas salvadas, los recortes anunciados por Trump en la financiación por parte de EEUU hacen posible que la sombra del mosquito anófeles más letal oscurezca las mejores previsiones. El objetivo de lograr su erradicación en 2030 está muy en peligro. Hacemos la geografía del desastre que se avecina: 53 millones de personas en 14 países se están quedando sin protección.

La malaria no es una enfermedad cualquiera. Durante milenios ha acompañado al ser humano como una sombra silenciosa.y es la responsable de entre entre el 4% y el 5% de todas las muertes humanas a lo largo de la historia de la humanidad. Estamos ante un parásito astuto que ha evolucionado durante millones de años, y aunque la ciencia moderna está consiguiendo acorralarla, los recortes de financiación, el cambio climático y la resistencia a los medicamentos en la evolución del mosquito están a punto de echar a perder todo nuestro esfuerzo. El tridente de sombras amenaza las mejores perspectivas y el objetivo de erradicar la enfermedad en 2030.
Un retroceso peligroso
Desde el año 2000 hasta el 2022, se lograron avances extraordinarios en el mundo: una reducción del 32 % en las muertes por malaria: 11,7 millones de vidas salvadas y se evitaron 2.100 millones de casos de malaria , nuevas vacunas, y sistemas de prevención cada vez más eficaces. La pandemia tampoco ayudó, ya que las medidas de confinamiento y las restricciones de movilidad afectaron la distribución de medicamentos y la implementación de programas de control de mosquitos, lo que llevó a un aumento en los casos de malaria en algunas regiones. En 2022 las nuevas infecciones aumentan, alcanzando a 249 millones de personas, 2 millones más que en 2021, y 17 millones más que en 2019, según el Informe de Salud de medicusmundi y Medicos del Mundo.
Ante el incipiente retroceso, en 2024 los líderes de países africanos con mayor carga de malaria se reunieron en Yaundé (Camerún), en una conferencia coorganizada por la OMS. El resultado fue la firma de la Declaración de Yaundé en la que se comprometían a ejercer un liderazgo más firme y aumentar la financiación nacional destinada a los programas de lucha contra el paludismo; a garantizar un aumento de la inversión en tecnología de datos; a aplicar las orientaciones técnicas más recientes en materia de control y eliminación del paludismo; y a mejorar las iniciativas de lucha contra la enfermedad. En conjunto, estos objetivos buscan reducir significativamente las muertes por malaria (agravadas por desastres humanitarios, la resistencia a medicamentos e insecticidas, y la pandemia y las brechas de financiación), y avanzar hacia su erradicación para 2030 y aliviar su impacto devastador en las comunidades africanas.
Pero en 2025 este progreso está en peligro. Con la llegada al poder de Donald Trump y su amenaza de paralizar las ayudas a los programas de cooperación financiados por Estados Unidos, el temor es que los recortes en la lucha contra la malaria generán una crisis sanitaria de proporciones descomunales. La decisión del gobierno estadounidense de cancelar el 90% de los contratos de ayuda exterior de USAID pondrá en peligro décadas de progreso en la lucha contra esta enfermedad mortal, especialmente en el continente más vulnerable, África.
Recortes USAID: más casos, más muertes
Estados Unidos ha sido históricamente el principal financiador de los programas contra la malaria a nivel mundial, especialmente en África. A través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), el país norteamericano ha aportado aproximadamente el 37% de la financiación total destinada a combatir esta enfermedad durante la última década. Esta contribución económica ha sido fundamental para el desarrollo y mantenimiento de programas de prevención, diagnóstico y tratamiento de la malaria en numerosos países de bajos y medianos ingresos.
La nueva política de recortes presupuestarios de USAID ha supuesto ya la paralización de proyectos clave en varios países africanos. Según valoración del grupo Malaria No More, estos recortes podrían causar hasta 15 millones de casos adicionales y más de 107.000 muertes anuales por cada año de interrupción de programas
Los programas específicos afectados son President's Malaria Initiative (PMI), el principal programa de USAID en 30 países con alta carga de malaria. Implica la paralización de distribución de mosquiteros, fumigación y entrega de medicamentos antimaláricos. Y 86% de los contratos de USAID cancelados, de los que el 80% corresponden a proyectos relacionados con malaria.
Así mismo se suspenden proyectos en estados como Nigeria, el país con mayor carga de malaria en el mundo, con interrupción de suministros de medicamentos y mosquiteras tratadas. Ante semejante catástrofe, el gobierno nigeriano acaba de aprobar 200 millones de dólares adicionales para el sector de la salud para 2025, en un esfuerzo para mitigar el impacto de la reciente suspensión de la ayuda exterior de Estados Unidos.
Por su parte, Uganda depende de USAID, con ayudas hasta ahora de 30 a 35 millones de dólares anuales para la implementación de la vacuna RTS,S y otros programas preventivos. La interrupción podría revertir años de progreso.
En R.D.Congo, tras una inversión de 650 millones de dólares desde 2010 hasta hoy, la suspensión de los fondos pone en riesgo los programas de fumigación y distribución de medicamentos antimaláricos.
En Senegal, se cierra el mayor proyecto relacionado con la malaria de distribución de mosquiteros y medicamentos.
En Etiopía, el Ministerio de Salud también se vio obligado a cancelar el contrato de 5.000 trabajadores en todo el país enfocados en la prevención del VIH y la malaria para campañas de vacunación.
En Mozambique se han suspendido más de 30 estudios que incluían ensayos sobre el tratamiento de la malaria en niños, lo que paraliza avances científicos prometedores.
El recorte con el inicio de la temporada de lluvias
El recorte de la ayuda americana coincide con el inicio de la temporada de lluvias en África, un periodo crítico por la reproducción del mosquito Anófeles, principal vector de la malaria. Esta coincidencia agravará el riesgo de brotes por la cancelación repentina de contratos para suministros de mosquiteros, kits de prueba y medicamentos. Esto deja a 53 millones de personas de 14 países africanos sin protección justo cuando la población de mosquitos comienza a crecer rápidamente. Y aumenta la exposición de mujeres embarazadas y niños menores de cinco años, los grupos más vulnerables a la enfermedad.
Asimismo se ven interrumpidas las campañas de fumigación y distribución de mosquiteros justo en el momento más necesario para frenar la expansion del mosquito y cortar la trasmisión. Igual de importante es el despido de miles de profesionales sanitarios, y agentes responsables debilitando la capacidad de respuesta ante el aumento estacional de casos de malaria, así como la ausencia de trabajadores para el monitoreo de pruebas y tratamientos en el momento más decisive del año . Esto incluye a epidemiólogos, que dejarán un vacío en los países para buscarse trabajo en otro lugar. En definitiva, los despidos masivos de profesionales sanitarios van a generar un colapso sistémico en los sistemas de salud.
No sólo la financiación nos preocupa, ni podemos abordar esta enfermedad sólo desde una perspectiva médica sin considerar otras cuestiones. Como el cambio climático, que sabemos tiene efectos directos e indirectos en la transmisión del parásito y en su carga parasitaria en sangre. O los fenómenos meteorológicos extremos, como inundaciones y sequías, que pueden crear condiciones propicias para los mosquitos transmisores. Además, el aumento de las temperaturas y los cambios en los patrones de precipitación pueden ampliar las áreas donde los mosquitos pueden sobrevivir y reproducirse, aumentando la incidencia de la enfermedad. La equidad de género, el acceso a la educación, el respeto de los derechos humanos en la población migrante, son otros aspectos que deben ser tenidos en cuenta en la lucha contra la mortífera malaria.