Vacunas covid-19 y “desgobernanza” mundial de la salud
Osteguna, 4 otsaila 2021- En manos de la iniciativa privada a pesar de los 2.700 millones de euros públicos.
- Se han administrado más de 39 millones de dosis de vacunas en al menos 49 países de altos ingresos. Y 25 dosis en un país de bajo ingreso.
- Los cuatro problemas principales en la Vacunación.
Un año después, la pandemia de la COVID 19, ocasionada por el virus SARS-CoV-2, sigue siendo un enorme problema de salud mundial, afectando enormemente a otros sectores, como la economía o la protección social. En la vacunación es en dónde tenemos puestas las esperanzas para volver a una cierta normalidad. Normalidad que, sin embargo, está tanto en el origen de la extensión de esta enfermedad, como en la incapacidad de fomentar más la cooperación que la competición. El esfuerzo de las empresas como de los gobiernos en generar nuevas vacunas han conseguido acortar muchísimo los tiempos normales que necesitan para su desarrollo, pero es posible que pudiéramos haberlo hecho mejor. Muchos países no saben cuándo van a recibir vacunas, otros, como los europeos, no pueden seguir su programación por rupturas de stock de las compañías. El pasado 18 de enero, en la apertura del Consejo ejecutivo de la OMS, su director, el Dr Tedros, puso encima de la mesa una reflexión sobre el acceso de las vacunas: “hasta el presente se han administrado más de 39 millones de dosis de vacunas en al menos 49 países de altos ingresos. Solo se han administrado 25 dosis en un país de bajos ingresos. No 25 millones; no 25 mil; solo 25”. La cifra mundial estimada de personas que deberían recibir esta vacunación es de 3.700 millones de personas, lo que visibiliza el esfuerzo que falta por hacer.
Existen cuatro problemas principales en la vacunación:
(i) Saber qué vacunas son realmente eficaces y seguras, y cuando estarán disponibles;
(ii) Incrementar la producción de estas vacunas para que alcancen a la mayoría de las personas en un tiempo razonable;
(iii) Tener una adecuada planificación y gestión de las campañas de vacunación para alcanzar a la mayor cantidad posible de personas; y, finalmente,
(iv) Mejorar la información y formación de la ciudadanía de una manera transparente para fomentar su participación activa y responsable.
En diciembre del 2020 había 273 vacunas en desarrollo (1) , muchas ellas con la misma base de investigación. ¿Necesitamos tantas, no estamos dispersando esfuerzos? Estando el mundo en una situación crítica, nadie promovió alianzas estratégicas entre las compañías para que unieran esfuerzos en el desarrollo y producción de una potencial vacuna, con una gobernanza pública que asegurara la equidad en el acceso. Todo el entramado de las vacunaciones está ahora mismo en manos de la iniciativa privada, mucho más acostumbrada a la competencia entre ellas que a la cooperación, a pesar de los más de 2.700 millones de euros públicos invertidos en la investigación, desarrollo y la producción de varias de esas vacunas.
La OMS ha promovido varias herramientas buscando cierta equidad en el acceso a las posibles soluciones a esta pandemia, pero con escasos resultados. La Technology Access Pool (C-TAP) (2) , o la Medicines Patent Pool (MPP) son plataformas de intercambio de conocimiento y patentes, pero, a fecha de hoy 02-02-2021, no se ha compartido ninguna tecnología ni tratamiento ni patente para esta pandemia. La herramienta más exitosa es el COVAX, que pretende financiar, uniendo iniciativas privadas y públicas, el acceso equitativo a las vacunas. No obstante, el Dr Tedros advertía que “algunos países y empresas siguen dando prioridad a los acuerdos bilaterales, sorteando el COVAX, haciendo subir los precios e intentando ponerse al principio de la cola, y eso es un error”. El año pasado se firmaron 44 acuerdos bilaterales, y este año se han firmado ya al menos 12. Debido a esta situación de “desgobernanza” mundial de la salud, la mayoría de los fabricantes han priorizado la aprobación reglamentaria en los países ricos, donde los beneficios son mayores, en vez de presentar la documentación completa a la OMS, para que se beneficien todos los países. Esta estrategia, además de ineficaz, es ineficiente y tendrá un menor impacto, retrasando la recuperación mundial.
Es difícil explicar a la población de los países más enriquecidos, que también están afectados, porque debemos apostar por una salud global que brinde beneficios a todas las personas y regiones del planeta y mejore la calidad de vida de los seres humanos. Es más fácil decir “nosotros primero, y luego, los demás”. La Unión Europea, con 450 millones de personas, ha comprado más de 1.300 millones de dosis de vacunas, incluso antes de que estuvieran operativas, suficiente para inmunizar a casi tres veces su población. Estados Unidos, con 330 millones de habitantes, se había asegurado 40 millones de dosis en las primeras semanas y unos 200 millones más para marzo. Las necesidades de 189 millones de personas de Canadá, Japón y Australia, con poquísimos casos de COVID 19, están cubiertas con 1.000 millones de dosis, lo que no tiene sentido. Mientras, un 25% de la población mundial no tendrá acceso a las vacunas hasta 2022 (3) .Está claro que las compras de estas vacunas están basadas en un “por si acaso”, más que en una gestión eficiente y efectiva. Debería haber un acuerdo mundial para que se produjeran las que fueran más efectivas en muchos y diferentes países, con el fin de asegurar una producción que cubra rápidamente la demanda mundial.
El acceso a la vacunación no implica únicamente que los países dispongan de vacunas, sino que debemos ver también las dificultades a nivel local. Los problemas logísticos derivados de la complejidad de las primeras vacunas, más la falta de personal e instalaciones adecuadas pueden suponer unas barreras imposibles de franquear en muchos países con sistemas sanitarios débiles. Es necesario reforzar los sistemas públicos de salud de estos países, incluyendo los servicios de salud pública para que todos estos países comiencen ya a desarrollar unas estrategias de vacunación muy detalladas y específicas de su realidad que les permitan ser eficaces. Aproximadamente el 60% de la población de África subsahariana vive en zona rural, lo que dificulta enormemente el acceso de estas personas a la vacunación. Además de mejorar la capacidad técnica, debemos tener presentes la denominada accesibilidad cultural. De nada sirve tener un gran equipo de vacunación si luego la comunidad es reacia a vacunarse, o las mujeres sufren la barrera de la equidad de acceso y no pueden decidir por sí mismas si van a las campañas de vacunación. Las campañas de sensibilización deben incorporar las diferentes sensibilidades culturales en las estrategias locales si queremos que se apropien de la importancia que tiene la vacunación. La Atención Primaria de Salud, que debe asegurar la participación incluyente de las personas, es un elemento que debe jugar un papel clave en la mejora de esa accesibilidad.
Sabemos que la COVID 19 es una enfermedad global que, o bien solventamos en todo el mundo en un tiempo razonable, o hay muchas probabilidades de que siga siendo “nuestro” problema en el futuro. Debemos reflexionar profundamente sobre qué características que están vigentes en nuestra sociedad global han favorecido la expansión de la pandemia o enlentecido la respuesta. La necesidad de una gobernanza pública mundial de la salud es más relevante que nunca, como lo es también apostar por el intercambio de tecnología y conocimiento de patentes a través de plataformas como C-TAP y MPP y el refuerzo de unos sistemas públicos de salud incluyentes. Cuanto antes entendamos que en este mundo no deben existir diferencias entre el acceso a la mejor salud posible entre “nosotros “y ellos”, más rápidamente avanzaremos ante una solución equitativa y por supuesto más eficaz y eficiente.
Autores: Carlos Mediano, presidente de medicusmundi Internacional y Eduardo Garcia Langarica, presidente de medicusmundi España
[1] https://www.bmj.com/content/371/bmj.m4704
[2] El fondo común de acceso a la tecnología de la COVID-19, llamado C-Tap, se puso en marcha en mayo de 2020 para facilitar el intercambio de información protegida por patentes en la lucha contra el virus, incluidos los diagnósticos, terapias y datos de ensayos. La "puesta en común" de los tratamientos y datos permitiría a los fabricantes cualificados de todo el mundo producir equipamiento, fármacos o vacunas esenciales sin temor a ser demandados por infringir las patentes
[3] https://www.bmj.com/content/371/bmj.m4750
Publicado por Alandar http://www.alandar.org/