La sexta ola, la Atención Primaria arrasada y el desamparo de la población
Astelehena,17 urtarrila 2022Nos creímos ya libres de la Pandemia cuando la sexta ola golpeó de nuevo a los que lidian en primer término en la lucha contra la Covid. Una cascada de bajas afecta a los trabajadores de los sistemas de salud y nuevamente la presión asistencial debilita la frágil Atención Primaria
Iniciamos enero de 2022 (y ya vamos por el tercer año consecutivo) con un fuerte revés. La sexta ola arrasa la Atención Primaria y vuelve a cebarse con el personal de los sistemas sanitarios cuando contábamos con las vacunas para frenar una pandemia que se antojaba invencible. Nos resulta más difícil de encajar este nuevo golpe porque veíamos cada vez más cerca el final.
Omicron ha provocado un aumento de contagios en la plantilla sanitaria. Los primeros en sufrirlo han sido las que han estado lidiando con las colas en los centros de Atención Sanitaria con un número que se aproxima a 9.200 bajas sólo en las dos últimas semanas, según los últimos datos del Ministerio de Sanidad. Y la consecuencia nos lleva a unas cifras con la sexta ola de un déficit de 29.354 profesionales sanitarios. En diciembre se firmaron unos 29.000 contratos, pero no equilibra la falta de 58.500 bajas desde septiembre, según la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF).
La crisis de falta de trabajadores sanitarios, junto a la sobrecarga provocada por la oleada de pacientes y las consiguientes bajas laborales por los aislamientos ha llevado al sistema a poder contratar a los sanitarios jubilados para reforzar las exiguas plantillas, como ha sucedido en momentos críticos desde el inicio de la pandemia. Por si la situacion no fuera suficientemente mala, se ha añadido la sobrecarga administrativa a las plantillas sanitarias. A sus labores de diagnósticos de pruebas covid, seguimiento de casos, vacunación, más los seguimientos de los pacientes habituales, tienen que tramitar las altas y las bajas por incapacidad temporal de la población, lo que provoca colas kilométricas a las puertas de los centros de salud y el consiguiente malestar de la población. Lo dramático es que en esta sexta ola, la población se ha visto desamparada y, si antes percibía a los trabajadores sanitarios como héroes, ahora se han vivido repuntes de ataques físicos y verbales contra los trabajadores de la salud.
La Atención Primaria y los centros de salud, tal y como se plantearon, con la filosofía de la Medicina Familiar que hace un abordaje integral del paciente con el objetivo de la prevención, educación en salud, priorizando la atención presencial, sin listas de espera, y con un incremento significativo de profesionales está desapareciendo. Volvemos con una rapidez pasmosa a una “filosofía de ambulatorio” con largas colas de pacientes, sin prevención, sin atención por falta de tiempo y de personal que planifique, y sin visión a medio y largo plazo.
Nuestro sistema público de salud pivota, o teóricamente debiera pivotar, sobre la Atención Primaria. En los casi dos años que llevamos de pandemia, la detección de casos, el estudio de los contactos más cercanos, la prescripción de las bajas correspondientes y la atención a los enfermos de COVID-19 (muy especialmente en esta sexta ola con menor gravedad), añadida a la atención habitual, han supuesto una carga demasiadas veces insoportable para los centros de salud. Sobre todo cuando esta sobrecarga, añadida a una ya muy precaria situación anterior, ha hecho imposible mantener las señas de identidad de la APS: accesibilidad, longitudinalidad, presencialidad y equidad.
La gran fortaleza de la atención primaria se basa en su accesibilidad y en el conocimiento biográfico del paciente a lo largo del tiempo (longitudinalidad de la atención). Mal se puede garantizar ambas si ni siquiera se le da atención presencial, cuando la necesita. La digitalización de la APS, que puede ser una oportunidad de mejora siempre que se tengan en cuenta las barreras de acceso que puede generar (y aumentar la desigualdad en el acceso que ya se produce), pero sobre todo no se puede limitar a las consultas telefónicas.
Ya antes de la pandemia, la APS estaba muy deteriorada y no da la impresión de que con ella “vayamos a salir mejores”. La falta de recursos de todo tipo, económicos, personales (desde administrativos a médicos, pasando por fisioterapeutas, psicólogos, trabajadores sociales…) y de acceso a la capacidad diagnóstica y resolutiva convierte el día a día de los profesionales en una maratón de atención en consulta “en cadena” en la que cada 5 minutos o menos debe salir un paciente atendido y en un ejercicio de voluntariado, ni reconocido ni pagado.
La otra parte esencial de la APS que los profesionales deberían atender es la parte de participación de la comunidad, junto con la investigación y la docencia. La dedicación de estos profesionales casi siempre fuera del horario laboral por mantener esas parcelas activas en este contexto es imposible llevar a cabo. Por lo que a día de hoy esa área está prácticamente desaparecida.
El derrumbe del eje de nuestro sistema de salud, la Atención Primaria, está colapsando en cascada los servicios de urgencia y los centros hospitalarios. Es prioritario que las autoridades se pongan a trabajar para reforzar y proteger el pilar básico de nuestro sistema nacional de salud.