Paradójicamente, la Unión Europea se ha convertido en el mayor receptor de ayuda del mundo.
Mientras la financiación de la acción humanitaria -aquella que va a los países que sufren conflictos, desastres naturales y crisis humanas- apenas se ha incrementado en los tres últimos años por parte de los países del Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) de la OCDE, el gasto de atención a personas refugiadas en los países donantes -que estos imputan irresponsablemente como ayuda al desarrollo-, se ha triplicado. Esta es una de las principales conclusiones del informe “La salud en la cooperación al desarrollo y la acción humanitaria 2017”, hecho público hoy por las ONGD Médicos del Mundo y medicusmundi.
Esto quiere decir que en 2016, los 29 países del CAD, representantes de algunas de las economías más potentes del mundo, han gastado más en atender las necesidades de quienes llegaban a sus países que en todas las crisis del mundo, donde se concentraban el 86% de las personas refugiadas y desplazadas y por tanto donde estaban las mayores necesidades. Así, el territorio de la Unión Europea se ha convertido en el mayor receptor de ayuda al desarrollo del mundo, paradójicamente.
Frente al recorte estatal en ayuda humanitaria -del 10%-, las autonomías y ayuntamientos aumentan sus aportaciones, con Andalucía claramente a la cabeza. Murcia y Canarias, las que menos aportan.
La ayuda al desarrollo continúa estancada en España. En 2016 se dedicaron a este concepto 4.150 millones de euros, el 0,33% de la Renta Nacional Bruta. Pero de esta cantidad, 1.958,8 millones responden a una operación excepcional de condonación de deuda comercial a Cuba, que por su naturaleza no debería computar como AOD, lo que situaría la cifra destinada por España a atender las necesidades de las personas más pobres del planeta o aquellas que son víctimas de catástrofes o conflictos en un pírrico 0,17%, muy lejos de la media europea, del 0,51%. Las entidades autoras de este informe siguen reclamando que la Unión Europea y sus Estados miembros dediquen al menos el 0,7% del Producto Interior Bruto.
La ayuda humanitaria: cuánto más se necesita, España más la recorta
En lo internacional, 2016 ha sido un año marcado por los grandes gestos políticos que se han quedado en el aire, con los decepcionantes resultados tanto de la I Cumbre Mundial de Estambul como de la Cumbre sobre Migraciones y Refugio de la ONU. “Es especialmente grave el aumento de los ataques a personal e instalaciones humanitarias, que se han convertido en objetivo de guerra”, denuncia José Félix Hoyo, presidente de Médicos del Mundo.
España ha recortado su aporte a la acción humanitaria más de un 90% desde 2009, en un contexto de grandes catástrofes naturales y graves crisis humanas. En 2016 la acción humanitaria estatal volvió a quedarse bajo mínimos, con 51,3 millones de euros, apenas un ligero aumento de 5 millones sobre una ya raquítica cifra en el año anterior. Un incremento que se debe en su totalidad a las aportaciones de comunidades autónomas y ayuntamientos, lo que se conoce como AOD descentralizada. Andalucía, País Vasco y Comunidad Valenciana son las tres regiones que más aportan, por este orden, mientras que Murcia y Canarias se mantienen entre las menos generosas. Por el contrario, el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación ha reducido un 10% sus fondos, pasando de 35,8 millones en 2015 a 32,5 en 2016.
La salud, nuevos retos con pocos recursos
En una época donde los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) nos enfrentan a un nuevo reto para acabar con la inequidad y la pobreza, la situación de la salud mundial sigue siendo un elemento que frena las aspiraciones para conseguir un mundo mejor. Siguen muriendo cada día 16.000 menores de 5 años y 830 mujeres en el embarazo y parto por causas la mayoría evitables. 13 millones de personas murieron prematuramente por enfermedades no transmisibles. A estos problemas se les unen nuevas amenazas, como la resistencia a los fármacos antimicrobianos, el mayor reto sanitario al que nos enfrentaremos en el futuro. En 2050 habrá más muertos en el mundo por esta causa que por cáncer. Es imprescindible impulsar una gobernanza sanitaria global que priorice el derecho a la salud sobre otros intereses económicos o políticos.