El cuidado del agua está en tus manos
Martes,21 marzo 2017¿Sabías que para producir unos simples pantalones vaqueros hacen falta una media de entre 8.000 y 10.000 litros de agua? ¿O que para disfrutar de una sabrosa chuleta de ternera se emplean un total 7.000 litros?
¿Tenías idea de que en una ducha de 5 minutos gastamos más agua que la que consume una persona de un barrio pobre de cualquier ciudad africana en un día completo? ¿Y de que en Nairobi una persona paga 10 veces más por el agua que una persona de un barrio rico en Nueva York?
En el mundo hay más de 663 millones de personas que no tienen agua potable disponible y aproximadamente 1.400 niñas y niños mueren al día a causa de enfermedades diarreicas prevenibles relacionadas con la ausencia de agua y saneamiento. Mientras, el 95% del agua que entra en una casa estadounidense se va por el desagüe.
Estos son sólo algunos de los datos alarmantes vinculados con el uso y reparto desigual del agua en nuestro planeta, que revelan cómo la sociedad neoliberal y globalizada derrocha y contamina a diario millones de litros de agua con el fin de dar respuesta al consumismo preponderante y satisfacer las necesidades y deseos de las personas y pueblos más pudientes y poderosos.
Mientras tanto, es la ciudadanía de los países empobrecidos, habitantes en su gran mayoría de zonas rurales y urbano-marginales, la que sufre las consecuencias de la ausencia del agua y de su contaminación.
Detrás de las cifras y estadísticas hay millones de personas con nombres y apellidos e historias propias, que al carecer de este bien natural único e insustituible, ven truncadas las posibilidades de desarrollo de sus familias y pueblos.
Las reservas mundiales de agua en nuestro planeta azul se reducen a media que la industrialización y la urbanización acelerada se expanden y que la población crece. La falta de disponibilidad de un recurso tan necesario para la vida tiene consecuencias nefastas y directas en el bienestar, la salud y las oportunidades que las personas tendrán a lo largo de sus vidas. Esta ausencia afecta a las niñas y mujeres de forma particular. Sobre ellas recae principalmente la carga que representa la recogida de agua para el consumo en las viviendas; una pesada carga que en muchos casos impide que las niñas vayan a la escuela. La ausencia de saneamientos adecuados y seguros en los centros educativos provoca, además, que cada año millones de niñas abandonen los estudios. Sin embargo, las mujeres son excluidas de la toma de decisiones relativas al agua y al saneamiento y en consecuencia, sus circunstancias y necesidades específicas no son tenidas en cuenta.
En el año 2010 el derecho universal al agua limpia y potable y al saneamiento fue reconocido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, a través de una resolución en la que subrayó que el acceso a estos dos elementos resulta “esencial” para el cumplimiento del resto de derechos humanos. Este derecho humano está también recogido de manera expresa en el sexto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que persigue garantizar la disponibilidad de agua y su gestión y el saneamiento para todas y todos de cara al año 2030.
Numerosos informes y estudios realizados en 2015 por las Naciones Unidas, Unicef y organizaciones ambientalistas y ecológicas concluyen que hay escasez de agua en todos los continentes debido, especialmente, a la acción de los seres humanos: uso irracional del recurso, deforestación de cuencas de los ríos y cambio climático. Se calcula que, en 2050, la demanda de agua de los países empobrecidos crecerá en un 55%. Este aumento agravará el riesgo de conflictos entre países.
Por ello, el Día Mundial del Agua se celebra este año bajo el lema “¿Por qué desperdiciar agua? Con este slogan la campaña busca reducir y reutilizar las aguas residuales. Si éstas se trataran y se gestionaran de forma adecuada se podrían utilizar para atender la creciente demanda de agua en las ciudades, apoyar la agricultura sostenible, mejorar la producción energética, de alimentos y el desarrollo industrial.
Los retos son innumerables; inalcanzables en el caso de que los Estados con recursos y las organizaciones internacionales no proporcionen más medios financieros, capacitación y también tecnología a los países y regiones con más necesidades.
Es necesario defender la gestión pública del agua y que los administradores del agua trabajen por una gestión sostenible de los recursos hídricos, pensando siempre en un mejor equilibrio entre la naturaleza y las necesidades de las personas y las comunidades. Asimismo, es imprescindible que las personas, cada una de nosotras, asuman también su propia responsabilidad y cambien sus hábitos de consumo para lograr un uso eficiente de este recurso esencial para la vida.