No somos héroes, somos enfermeras. Carta de una enfermera curtida en UCIs en plena pandemia en el Día Mundial de la Salud
Lunes, 6 abril 2020"Soy Begoña Seguí, enfermera desde hace 23 años, 19 de los cuales he trabajado en diversas UCIs en hospitales valencianos. Paralelamente soy miembro del consejo medicusmundi con quien he desarrollado diversos voluntariados en Mozambique con pacientes de tuberculosis y VIH. Actualmente con pacientes de coronavirus".
Este 2020 ha sido declarado por la OMS el “Año Internacional del Personal de Enfermería y de Partería” como reconocimiento a ese enorme y silencioso colectivo que somos, que trabaja en la sombra como hormigas en un hormiguero con un objetivo común: cuidar de los nuestros cuando los nuestros no pueden cuidarse por sí mismos.
Estamos presentes las 24 horas del día, los 365 días del año. Como colectivo no generamos grandes titulares, no nos llevamos los aplausos cuando tiene éxito una innovadora intervención quirúrgica, o cuando un tratamiento experimental consigue los resultados obtenidos. Pero detrás del personal médico SIEMPRE hay un equipo de enfermería trabajando para lograr la mejora de la salud. Sin nosotras, las enfermeras, sería imposible conseguirlo.
Sin embargo, no parece que tener este personal suficientemente capacitado sea una prioridad dentro de las políticas de salud de los países. Dentro del problema de falta de recursos humanos en la profesión sanitaria que afecta al mundo entero, la falta de personal de enfermería es posiblemente la más importante. Y no hay unas expectativas de mejora. El informe del "Tercer Foro Mundial sobre Recursos Humanos para la Salud" estimaba que para 2035, el déficit de enfermería en el mundo alcanzará los 12,9 millones.
Este déficit de personal sanitario tiene muchas consecuencias. El personal de enfermería es el único contacto disponible siempre, luchando contra la escasez de recursos y de capacitación, para dar respuesta a las necesidades de la población en muchos lugares remotos del planeta. A veces incluso encuentran grandes dificultades para ser pagados regularmente, lo que provoca una migración masiva de la zona rural a la urbana, o de los países más pobres a los más ricos, teniendo que abandonar los lugares donde es más necesario su trabajo. Por ejemplo, en Uganda hay una ratio 40 veces menor de personal de enfermería que en Estados Unidos, país que recibe profesionales africanos para cubrir sus necesidades. Pero también en Europa vemos estas migraciones. España cuenta con 5,3 personas de enfermería sobre cada 1.000 habitantes (la media europea llega a 8,3). Es el sexto país con menos enfermeras de Europa, y, sin embargo, profesionales españoles y españolas tuvieron que migrar a otros países, en especial a Alemania, debido a la última crisis económica. Las necesidades de cuidados en los países más desarrollados van en aumento, por lo que la demanda trabajadores de enfermería va a seguir creciendo, y no se está formando al suficiente personal para cubrir esta demanda mundial, por lo que, como siempre, serán los países y las zonas más empobrecidas quienes más van a sufrir esta escasez de personal.
No me extenderé más en este asunto. Hubiese preferido hablar de cómo se nos valora en Europa por nuestra excelente formación y preparación, y nos contratan por delante de profesionales de otros países (valga como ejemplo la cantidad de enfermeras españolas trabajando en el NHS de UK), o de la media de 10 años que transcurren desde que te gradúas hasta que conseguimos un contrato que nos da estabilidad, o de cómo nos insultan cuando no damos la respuesta que el paciente quiere, o de los sueldos bajos comparados con otras profesiones con menor riesgo y mejores condiciones laborales en cuanto a conciliación social y familiar.
Pero hoy 7 de abril no voy a hablar de eso, y no porque no esté pasando, sino porque las enfermeras nos entregamos a nuestros pacientes, y cuando ellos nos necesitan dejamos en un segundo plano nuestras reivindicaciones y nos volcamos en lo que para nosotras es prioritario, la SALUD y el BIENESTAR del paciente.
Nadie podría imaginar hace unos meses que nos íbamos a encontrar en una situación de crisis sanitaria como la que estamos viviendo por el Covid-19 y la pandemia mundial provocada. Para unos profesionales de enfermería habituados a trabajar en muchas ocasiones bajo presión, ahora la presión es muy superior. No sólo el volumen de trabajo ha aumentado, sino también el elevado riesgo de contagio, que te obliga a aislarte en casa mínimo dos semanas, mermando todavía más los ya de por sí insuficientes equipos.
Pero el personal de enfermería lo aguanta. En esta crisis no oirás a las enfermeras quejarse de la cantidad de trabajo, de turnos dobles o de reducción de los periodos de descanso. Sí nos oirás reclamar que no podemos hacer bien nuestro trabajo por falta de medios, y eso lo demuestra el hecho de que somos el colectivo más contagiado frente al coronavirus, reduciendo todavía más nuestro ya pequeño ejército.
Somos una profesión autónoma e independiente que ante todo busca asegurar la salud de la comunidad a través de los diferentes niveles de intervención. Desde la Atención Primaria, base y pilar de nuestro sistema sanitario, realizando tareas tan necesarias como el seguimiento de patologías crónicas, educación para la salud o promoción de la salud. En atención especializada -lo que se conoce como la atención en hospitales- no sólo estamos presentes en las unidades de hospitalización, realizando una labor asistencial, sino que se nos puede encontrar en áreas de gestión como asignación de camas, o formando en educación sanitaria y control de infecciones nosocomiales. Como veréis, queda muy lejos ese concepto obsoleto de la enfermera como ayudante del médico.
Hace unos años escuché por primera vez la palabra RESILIENCIA. Esas somos nosotras. Los que formamos parte del mundo de la cooperación internacional nos es muy familiar la expresión sociedad resiliente, o la capacidad que tiene una determinada comunidad a superar situaciones traumáticas (desastres naturales, crisis económicas o sanitarias) muy comunes en los países en los que las ONG trabajamos. Pues sí, las enfermeras y enfermeros somos resilientes porque cuanto más difícil lo tenemos, más nos crecemos. Pero esta resiliencia nos termina pasando factura a lo largo de nuestra vida, y nos hace perder fuerza para defender nuestros derechos profesionales y visibilizar nuestra profesión.
En estos días nos aplauden en los balcones y nos llaman HÉROES. Pero no somos héroes, sino profesionales de una profesión maravillosa que ha sabido adaptarse a los tiempos y que solo quiere seguir haciendo su trabajo de manera excelente, como nos gusta hacerlo.
Y también queremos que nos cuiden, no sólo la sociedad con ese reconocimiento, sino las administraciones públicas. Que no caiga en saco roto las carencias pasada esta crisis. No queremos seguir siendo una profesión resiliente.
Y bueno, pues sí, éste es nuestro año, y parece ser una broma de la OMS, pero puede que “gracias” a un bichito llamado COVID-19, nuestra profesión se vea por fin reconocida, como ya pasó hace 200 años, cuando Florence Nightingale aplicó las bases de lo que más tarde se conocería como la enfermería moderna durante la Guerra de Crimea.