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Fernando Carbone, humanista universal

Hay ausencias que dejan una huella más profunda que otras. Fernando Carbone, una vez exclamó: “Si nuestros problemas no son tan diferentes, nuestras soluciones no pueden ser distintas”. Esa frase impulsó en 2010 el comienzo de un trabajo extraordinario en medicusmundi. Compañero y amigo, deja un gran vacío y el dolor de saber que se pierde otra persona comprometida con la salud universal

Hay muertes que dejan una huella más profunda que otras. La pérdida de Fernando Carbone, primero compañero y después amigo, es de las que dejan un sabor agridulce. Por un lado, porque con su ausencia notas todo lo que aprendiste de él, ese poso de sabiduría, compromiso y voluntad que deja en tu vida, pero por otro te queda el dolor de saber que se pierde otra persona comprometida con un mundo más justo. Y digo mundo porque, aunque Perú fue siempre su ámbito de trabajo, fue él quien, hace más de una década, exclamó: “Si nuestros problemas no son tan diferentes, nuestras soluciones no pueden ser distintas”. Esa frase impulsó en 2010 el comienzo de un trabajo extraordinario en medicusmundi, reconocido por la Organización Mundial de la Salud, para promover la transformación de los sistemas de salud de América Latina. Durante muchos años, organizaciones sociales e instituciones públicas de Guatemala, El Salvador, Perú y Bolivia, pero también del resto de países latinoamericanos, se juntaron para, en torno a las ideas de la Atención Primaria en Salud, mejorar la vida de millones de habitantes de ese otro lado del charco empobrecido. Porque Fernando nunca se cansaba de decirlo: “Sí, Perú es un país de renta media, pero como muchos Burundis dentro”. Limeño por los cuatro costados, el vocacional doctor Carbone, pasó su vida profesional a caballo entre su ciudad natal y las regiones más empobrecidas del Perú. En Huancavelica, Ayacucho, Apurimac, este médico familiar encontraba el sentido de su profesión y la razón de ser de su vocación de servicio. Nunca olvidaré lo que me impactaron sus historias como médico del sistema ferroviario peruano, esa experiencia iniciática le valió para recorrer el conjunto del país y, a modo de Ché Guevara en diarios de motocicleta, tomó conciencia de que la vida tiene un sentido más pleno si se entrega por una causa justa. Hombre de fuertes convicciones religiosas, que a veces le generaron enconados enfrentamientos, nunca dejó de poner la salud de las personas por encima de la suya propia. Sufridor alegre, jamás permitió que las múltiples enfermedades que le acompañaron en su “segunda juventud”, le impidiera poner pasión y dedicación en todo lo que hacía, ya fuera en los despachos o en su trabajo de campo. Como hombre de acción, encontró en medicusmundi navarra, posteriormente NAM, su “otra familia”. Dedicó más de veinte años de trayectoria profesional con esta organización que ambos llevamos en el corazón y la mochila, y supo, cuando fue necesario, dar un paso al lado para ayudar a la asociación desde otros escenarios. Su paso a la política, como ministro de Salud en el gobierno de Alejandro Toledo en 2002-2003, fue su manera de tratar de cambiar las cosas desde arriba, siempre pensando en los de abajo, con calidad, pero también con calidez, frase que no dejaba de pronunciar en todos sus encuentros con el personal de los centros de salud: “La atención sanitaria debe ser de calidad, pero ejecutada con calidez”. Por coherencia y compromiso, abandonó el puesto de mayor rango ejecutivo sanitario del país para volver al terreno e implementar la salud desde una atención primaria, o primigenia, como no se cansaba de repetir, porque la salud comienza en los hogares y las familias, y ahí es donde debe iniciar su actuación el sistema sanitario. Eso no le impidió seguir colaborando, a veces más dentro a veces desde fuera, con diversas organizaciones políticas peruanas para que, su concepción de la atención primara de la salud, fuera política pública. De él aprendí la importancia de evitar la vanidad y buscar ante todo el beneficio de los demás: “Da igual que se apropien de tus ideas, lo importante es que quien toma las decisiones crea que tus ideas son sus ideas y las pongan en marcha”. Pero no quiero terminar sin recordar su faceta más universal, porque este peruano de corazón rezumaba raíces italianas por los cuatro costadas y gozaba de sus viajes a España, donde tuvo la suerte de completar su formación. Amante, como no podía de ser de otra manera, de la pasta y la buena comida peruana. Cuando vuelva a Lima siempre añoraré esos arroz chaufa en el Rincón del Gordo. A los dos nos unía también otra pasión: guiar a los visitantes por nuestra ciudad natal. Lima pierde un magnífico médico, pero un casi mejor guía, ya no será lo mismo hacer turismo por el centro de Lima. Para devolvérselo, casi lo asfixio recorriendo las empinadas calles de Toledo donde hablamos, por última vez, del sentido de la vida y de que las cosas pasan porque tienen que pasar, Dios/el Karma siempre cumple su papel. Descansa en Paz, doctor Carbone, te echaremos de menos amigo Fernando.

Por Nacho Sánchez, medicusmundi Nam