La Empresa, el paso de querer donar a querer colaborar
Lunes, 7 mayo 2018medicusmundi concibe la empresa como un actor social de gran relevancia en la lucha contra la pobreza, tanto en nuestra sociedad como en los países del Sur en los que trabajamos. Este reconocimiento no es un cheque en blanco. Requiere de la empresa una política de Responsabilidad Social Corporativa realmente comprometida con los derechos humanos, derechos laborales o normas medioambientales.
Y por parte de medicusmundi un análisis cuidadoso y el establecimiento de criterios que permitan fijar los límites de lo que no se debe traspasar si queremos mantener nuestra identidad y los valores solidarios por encima de modas volátiles tras una interacción permanente a lo largo de estos 55 años.
En los origines de medicusmundi, coincidiendo en el tiempo con el impulso al movimiento por los Derechos Civiles (Yo tengo un sueño - Martin Luther King) y con el nacimiento de la expresión “Responsabilidad Social Corporativa” (años 50 – 60) en EE.UU, el modelo de intervención predominante era el asistencialista que era el propio de los que se define como ONGs de Primera Generación. La razón de ser de la organización era prestar socorro, “AYUDAR a los pueblos empobrecidos, en condiciones de desprotección o de vulnerabilidad, en sus necesidades médicas”. Eran años en los que España era catalogada internacionalmente como un país pobre y además estaba sumido en una importante conflictividad social y política. Las pocas organizaciones no gubernamentales que iban surgiendo, no contaban con subvenciones de Estado. No había. Las necesidades en España eran tales que ni siquiera era imaginable.
En consecuencia, la forma de financiarse era principalmente con aportaciones de familiares y amigos. Y las más afortunadas o atrevidas trataban de captar la atención y el interés de algún filántropo y/o llamar a las puertas de la empresa. Y esto es algo que intentó medicusmundi. En tanto que organización médica, la industria farmacéutica y las empresas dedicadas a fabricar equipamiento sanitario se convirtieron en objetivo. De estas empresas la organización obtiene dinero, medicamentos y material sanitario que envía, en contenedores o aprovechando el viaje de personal, a los proyectos.
En los años 60-70 no se apelaba a la Responsabilidad Social Corporativa para obtener su colaboración. La colaboración de las empresas por tanto, respondía a un gesto altruista, a un acto innato del ser humano como es ayudar sin esperar algo a cambio. CARIDAD. Este “ayudar” generalmente estaba motivado por una creencia religiosa.
En la década de los 70 se apuesta por las políticas sociales alternativas con la intención de implementar cambios moderados que corrijan los desequilibrios del sistema. La incipiente apertura de las políticas sociales a la sociedad civil, permite a medicusmundi diseñar programas, en dialogo con los estados, que incorporan la lucha contra las inequidades entre sus objetivos. Los contactos con responsables de la Organización Mundial de la Salud y sus políticas empiezan a ser frecuentes, en terreno y en Ginebra, lo que permite comprobar cómo se asemejan los ideales de ambas instituciones.
Pero llega un momento en que las aportaciones de familiares y amigos son insuficientes, por lo que se acrecienta el contacto con los colegios profesionales. A los de medicina, farmacia y enfermería se unen otros como los de ingeniería, etc; por otro, se inicia la búsqueda de benefactores interesados en el trabajo que la organización viene desarrollando en África. Esta línea obtiene algunos resultados interesantes, especialmente en las asociaciones ubicadas en el norte de España, consiguiendo sus miembros captar el interés de pequeños benefactores. Ser una organización sanitaria y que sus integrantes fueran en su mayoría personal sanitario, facilita que entre sus contactos pudiera haber “pacientes” con cierto poder adquisitivo y/o cierta influencia.
De las reuniones de medicusmundi internacional, en las que como miembros fundadores participamos activamente, nos llega la información sobre la existencia de grandes filántropos (Rockefeller, Sasakawa, Keating, familia Duvalier, etc) interesados en el trabajo que algunas organizaciones y personas, principalmente religiosas, vienen desarrollando en África y Asia. Consecuencia lógica de este interés es el debate que lo acompaña en algunas organizaciones del sector y que atiende al “origen del dinero”: Dinero sucio & dinero limpio.
A nivel europeo, la sociedad va tomando conciencia de los daños y riesgos que el sector privado ocasiona en el entorno en el que opera (el traslado de este debate a España es más tardío) y de su capacidad para influir y tratar de lavar su imagen, aportando soluciones a problemas sociales. Surge así la presión ciudadana que obligó a los gobiernos a intervenir imponiendo normas con el fin de proteger el interés público y los recursos naturales.
Son años en los que los procesos de descolonización han generado en algunos países africanos fuertes sentimientos nacionalistas, lo que dificulta la presencia de personal médico originario de la antigua potencia colonial, así como la asistencia médica que prestan “las iglesias”. Es en estos años cuando medicusmundi, que ya era reconocida por ser una organización profesional e internacional, se declara no confesional y no gubernamental. Esta decisión afecta a la capacidad financiera de la organización por la “pérdida de interés” de algunos benefactores y de algunas empresas que quizás se sienten más cómodas y menos exigidas ayudando a instituciones que se declaran confesionales – permiten ejercer la caridad.
La búsqueda de fondos vía empresas se intensifica con resultados modestos, pero con el convencimiento, al menos con la visión que nos llega de Europa, de que “la empresa comienza a aceptar la existencia de una responsabilidad social, de una obligación moral”. Mientras, en España, la organización contribuía vivamente al debate planteado por medicusmundi internacional sobre el papel que debía jugar la organización en su objetivo de acercar la salud a las poblaciones más vulnerables. La conclusión fue que medicusmundi debía responder a las necesidades expresadas por las propias poblaciones”. Y añade que debe hacerlo desde un enfoque preventivo, “considerando a la comunidad como un paciente en su conjunto”.
En algunos círculos de medicusmundi se va extendiendo el convencimiento de que no son los ejércitos de médicos enviados desde Europa los que salvaran África, sino que serán los africanos y africanas, y tendrán menos dificultades para hacerlo cuanta más solidaridad reciban. Este planteamiento supone una pequeña revolución en la organización en todos sus frentes, y especialmente en el de los recursos, tanto económicos como humanos. Si se me permite frivolizar, se cuestiona el imaginario social sobre el médico occidental, aventurero (vestido de coronel tapioca) y cinematográfico que se va a la selva y con sus manos salva vidas.
Este axioma, aparte de anticipar lo que 30 años después será uno de los principios de la Declaración de París sobre Eficacia de la Ayuda (apropiación), cuestiona el modelo de cooperación sanitaria internacional dominante, ya que considera que la acción curativa, por indispensable e inevitable que sea, debe ser el impulso para la prevención y promoción de la salud y no un fin en sí mismo desde el punto de vista de la cooperación. En esta declaración podríamos situar “académicamente” el principio del fin del modelo asistencial, que como hemos visto se basaba en el principio de “ayudar”.
En 1978 tiene luga rla “Conferencia Internacional sobre la Atención Primaria de Salud” de Alma Ata. La conferencia concluye con la declaración de Alma- Ata subrayando la importancia de la atención primaria de salud como estrategia para alcanzar un mejor nivel de salud de los pueblos bajo el lema :«Salud para todos en el año 2000». y donde claramente se observará que el objetivo será difícilmente alcanzable sin la participación de otros actores privados, como es el caso de las empresas. Se constata el interés y la capacidad del sector privado para influir en la agenda social de los Estados y el convencimiento de que únicamente se pueden paliar estos riesgos elaborando normas con el fin de proteger el interés público.
Y es lo que intenta provocar medicusmundi al llevar al primer plano el debate sobre los medicamentos esenciales como factor clave para contribuir al objetivo de salud para todos. Además de colaborar con la Organización Mundial de la Salud en la definición de un listado de medicamentos esenciales, medicusmundi media para que las trasnacionales farmacéuticas y los países en desarrollo dialoguen y alcancen acuerdos que favorezcan el uso de medicamentos esenciales en el sistema de salud.
Se insta a los principales laboratorios a que incrementen la investigación de las enfermedades que afectan principalmente a los países empobrecidos y faciliten el acceso de estos países a los medicamentos. Pero hacen lo mismo que hoy: reducen la investigación de las enfermedades que afectan principalmente a los países pobres, porque no son rentables, mientras se concentran en los problemas de las poblaciones con un alto poder adquisitivo, aun cuando no se trate de enfermedades o estas sean minoritarias. Además, su poder oligopólico debilitaba aún más (hoy en día sigue pasando) la sostenibilidad de los ya de por si endebles sistemas sanitarios de muchos países al no poder facilitar el acceso a los medicamentos a gran parte de la población.
Y por si el poder y la influencia que tenían las compañías farmacéuticas no fuera suficiente, en vez de legislar pensando en el interés público, en EE.UU (1984) el presidente Reagan aprueba la ley de extensión de patentes (Ley Hatch-Waxman). Hasta 1984 la política de patentes no afectaba a los medicamentos por considerarlos un bien necesario. Es a partir de ese momento cuando medicusmundi decide no establecer acuerdos de colaboración con la industria farmacéutica, y potencia en la medida de lo posible el uso de medicamentos esenciales y genéricos. De alguna manera, con esta decisión poníamos veto al sector empresarial que por naturaleza podía ser nuestro principal proveedor de recursos económicos y materiales.
En 1986 España entra en la Comunidad Económica Europea y también ingresa en el Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) de la OCDE, lo que implica dejar de ser “país receptor de ayuda” y pasar a ser “país donante”. Son años en los que las ONGs son reconocidas por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) como “Sociedad Civil”; surgen numerosas organizaciones en España y se funda la Coordinadora de Organizaciones No Gubernamentales.
Y también son años en los que la salud, considerada como un «valor social» y un “derecho humano” que se estaba incorporado en la legislación nacional o en el derecho Constitucional de muchos países, entra en el mercado de la libre empresa como producto y el cuidado de la salud como servicio. El sector salud entra en el proceso de privatización y algunos Estados sucumben y reducen su papel como garantes de este derecho. El paradigma que resulta a la larga es concentrador y excluyente, en franca contradicción con los principios de universalidad, igualdad, y equidad.
Las oportunidades privatizadoras del sector salud, unido a la notoriedad que adquiere la organización por el premio Príncipe de Asturias, permite abrir espacios para el dialogo con el sector privado que pudiera evolucionar hacia alianzas estratégicas. Las propuestas más interesantes económicamente hablando, provienen de los laboratorios farmacéuticos y de los seguros privados de salud. En ambos casos hay diálogo pero no puede haber colaboración.
España se ha incorporado de pleno al club de países donantes (CAD) y ha creado una estructura para gestionar la Cooperacion para el Desarrollo. Entre las medidas aprobadas esta la regulación de subvenciones a ONGs.
Las grandes emergencias humanitarias de la década de los 90, a las ya mencionadas debemos añadir el huracán Mitch (1998), someten a las ONGs a las nuevas exigencias de la Cooperación internacional, cada vez más normada y sujeta a los criterios de la lógica dominante (eficacia, competitividad, expansión, etc.). Gozamos de mucha aceptación como demuestran las grandes movilizaciones que a favor del 0,7% del PNB de ayuda para el Tercer Mundo tuvieron lugar en toda España. Recaudamos mucho dinero vía donaciones. Y consolidamos un cambio trascendental en la opinión pública española, que se mostraba a favor de la ayuda a los países pobres y la cooperación internacional. Esta presión ciudadana concluye con la aprobación de la ley de cooperación para el desarrollo (1999).
Suscitamos el interés de las empresas que pasan de querer donar a querer colaborar. Uno de los sectores que primero llama a nuestras puertas es el de la banca (bancos y cajas), que ven en las ONGs un cliente más que interesante – las 10 principales organizaciones que intervenimos en Ruanda recaudamos más de 7 mil millones de pesetas - medicusmundi fueron algo más de 350 millones de pesetas. Es el momento de las visas affinity y los fondos éticos y/o solidarios. medicusmundi se inicia en las tarjetas affinity con Laboral Kutxa (posteriormente firmará acuerdos con LaCaixa, Bankia y Unicaja) y participa en la definición del fondo solidario del Banco Central Hispano (hoy Banco Santander) y años después en el fondo Konpromis de Laboral Kutxa.
La inquietud solidaria, que abunda especialmente entre los jóvenes, es un valor que cada vez más empresas tienen en cuenta. La marca Fortuna, de Tabacalera, tras consultar varias encuestas se da cuenta de la "actitud positiva" de la sociedad hacia aquellas empresas comprometidas con la acción social y pone en marcha la campaña publicitaria Ahora con Fortuna das el 0,7 a una ONG. Esta campaña genera el rechazo de la mayoría de las ONGs y desde la Coordinadora, presidida por medicusmundi, pedimos su retirada por cuestiones evidentes.
El caso Fortuna puso a prueba los criterios prácticos de las ONGD en sus relaciones con las empresas privadas lucrativas, dando lugar también a debates interesantes que contaron con una muy amplia participación de la mayoría de las ONGD. Resultado de ese debate fue la constatación de la dificultad de establecer un código común operativo que diera cobertura al sector, que se muestra muy heterogéneo y plural, por lo que el debate se traslada al interior de cada organización. Y nos ponemos a definir las normas que deberían cumplir las empresas para colaborar con ellas. medicusmundi construye su primer código de relaciones con empresas en el que se recoge la exigencia de respetar los derechos humanos, convenios fundamentales de la OIT, cuidar el medio ambiente, ser respetuosas con la salud pública, no al tabaco ni al alcohol destilado, no fabricar ni traficar con armas, etc.
Los criterios aprobados en su conjunto están muy pensados para aquellas empresas de ámbito transnacional que se implantan en los mercados de países en desarrollo, empresas que en ese momento no formaban parte del ámbito de influencia de la organización. En el fondo el código preparaba a la organización para afrontar una casuística conocida en otras organizaciones pero que apenas se había dado en medicusmundi (trasnacionales).
El debate sirvió para entender que debemos tener clara nuestra posición como organización si queremos forjar alianzas con el sector privado lucrativo, que por otro lado cada vez es más sensible a las demandas de la sociedad y de los colectivos con los que se relacionan. La responsabilidad social, el respeto ambiental y las contribuciones a causas solidarias, son elementos cada vez más presentes, así como los derechos humanos, derechos laborales, poblaciones indígenas, salud pública, etc.
El siglo había comenzado con el compromiso de los dirigentes mundiales de luchar contra la pobreza, el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, la degradación del medio ambiente, la discriminación contra la mujer y el establecimiento de una paz justa y duradera en todo el mundo. Declaración del Milenio.
A penas un año después, los buenos propósitos de la comunidad internacional se ven truncados por lo que se denominó “la Guerra contra el Terror” –guerra contra Afganistán e Irak (2001-2004), declarada unilateralmente por los EE.UU tras los atentados terroristas contra las Torres Gemelas en septiembre de 2001. La respuesta de la sociedad civil fue contundente como demuestran las mayores movilizaciones de protesta de la historia a nivel mundial.
El modelo de cooperación dominante transita hacia el concepto de Desarrollo Humano Sostenible que requiere, entre otras medidas, el abordaje de las causas estructurales que lo limitan. Comprometidos con este planteamiento, medicusmundi responde a la petición de las comunidades indígenas de la amazonia ecuatoriana que habían demandado a Texaco por daños a su hábitat. La organización entiende que puede incorporarse a la demanda planteada la variante de daños a la salud. En diálogo con los dirigentes indígenas acordamos realizar una investigación – Informe Yana Curi – sobre el impacto de la actividad petrolera en la salud de la población indígena de la Amazonía Ecuatoriana. El informe, pionero en su momento, fue aceptado como prueba en el juicio contra la petrolera.
Los ODM nacen como un compromiso de los Estados ricos hacia los países pobres. El debilitamiento en el compromiso político de algunos de los países ricos, unido a los efectos de la globalización, hace que otros actores se vean interpelados por las problemáticas globales que afectan a la humanidad. El ODM 8 plantea explícitamente la necesidad de involucrar a los distintos sectores empresariales que, por otro lado, enseguida ven los beneficios de esta alianza. Y son muchas las que se vinculan al Pacto Mundial [1]propuesto por NN.UU.
Consecuencia lógica de este interés es que las ONGD y el estado dejan de ser los actores principales de la cooperación, haciéndose imprescindible la creación de reglas para preservar las características básicas del sistema de cooperación y, al mismo tiempo, dar espacio a los nuevos actores. Para la mayoría de los países donantes, la incorporación de la empresa al desarrollo es una gran noticia (si se consolida), pues cada vez hay más dudas sobre quien tiene que hacerse cargo de la factura del desarrollo y cada vez son más las voces que reclaman que sea el mercado (lo cual para aquellos que defendemos lo público no es una buena noticia – el mercado por definición genera exclusión).
Hemos visto como en los años 80, con la oleada neoliberal y la retirada del estado, las ONGD asumimos importantes papeles en la provisión de servicios y en la creación de la agenda de la ayuda. La influencia de las ONGs ha aumentado sustancialmente y cada vez tienen más capacidad para incidir en aquellos organismos o entidades a quienes corresponde la toma de decisiones en temas directamente relacionados con sus ámbitos de actuación. Este rol quizás es el culpable de que hayamos creado en torno a las siglas ONGs un sistema autorreferencial, aglomerado, poco permeable a la incorporación de otros actores y colectivos. Si realmente queremos incorporar otros actores en la lucha por el desarrollo, las ONGs debemos dejar de hablar para nosotros mismos, crear relaciones de confianza, ser menos puristas y aprender a ser más flexibles.
Dejamos de ver la empresa sólo como un potencial financiador para hacerla destinataria de nuestras campañas de incidencia social y política. Buscamos alterar su comportamiento para que sus actuaciones contribuyan al desarrollo y al bien común. Pero ¿Cómo hacerlo? ¿Trabajando con ellas? ¿Denunciando y enfrentándonos a ellas? No es real un mundo sin empresas y debemos conseguir que las que haya contribuyan lo más posible al desarrollo humano.
El recelo de muchas organizaciones hacia las empresas, hace que en una primera fase de diálogo se tienda a poner énfasis en lo negativo, que normalmente está en sus prácticas sociales o medioambientales. Esto justifica en muchos casos la estrategia de confrontación con acciones de denuncia pública y de protesta con objeto de forzar a la empresa a realizar los cambios necesarios.
Uno de los elementos clave para que una ONGD como medicusmundi se plantee aceptar la colaboración de una empresa, es que ésta tenga una buena política de responsabilidad social corporativa (RSC). Valoramos positivamente que en cualquier país donde tenga actividad productiva, comercial o de otro tipo, respete los derechos fundamentales y los estándares éticos y medioambientales aceptados en el ámbito internacional, aunque éstos no estén jurídicamente reconocidos en dicho país o tengan una legislación más laxa que la del país donde radica su matriz. ¿Pero es suficiente? Esta es la pregunta que nos hacemos con frecuencia y que surgió cuando debatimos la colaboración con Inditex.
En medicusmundi cada vez hay más ejemplos de colaboración adecuada con empresas, colaboraciones que nos proporcionan recursos económicos, contribuciones en especies o servicios especializados. ¿Y que recibe la empresa? Las empresas ven reforzado el contenido y la visibilidad de su responsabilidad social con los efectos positivos que esto tiene ante sus clientes, trabajadores y accionistas.
El proyecto “Bus del Milenio, viaje hacia la salud y el desarrollo”, utiliza esta lógica para forjar el mayor partenariado público privado que ha generado la organización: 13 financiadores públicos estatales y autonómicos, 9 colaboradores y financiadores privados estatales, 54 colaboradores públicos locales y 55 patrocinadores / financiadores privados locales.
La experiencia que sin duda fue muy positiva, dejó al descubierto alguna grieta en el discurso y en los procedimientos que la organización tiene para establecer colaboraciones con empresas. El procedimiento:
- Está focalizado en empresas y no aborda otros financiadores como pudieran ser las fundaciones vinculadas a las empresas.
- Marca líneas rojas pero no establece sistemas imparcial de verificación de requisitos
- Establece criterios para la colaboración pero no establece procedimiento de aprobación de cada colaboración
- No establece mecanismo sancionador.
Su revisión constata la dificultad de dotarse de un instrumento que te permita tomar decisiones objetivas cuando estas afectan a la ética y representan la excepcionalidad o infrecuencia. Y es que la ética de cada uno, cuando se proyecta desde la militancia al interior de la organización, inevitablemente se torna en una gran y variada gama de grises, en un sinfín de matices, que hacen que sean los pequeños detalles, sumados a veces, los que den como resultado algo diferente a lo esperado.
Y continúa el cortejo de los Estados hacia la empresa. La Agenda 2030 consolida la tendencia hacia un mayor compromiso activo con el sector privado en cuestiones de desarrollo. Los ODS ven en la empresa un socio clave para alcanzar las metas que la comunidad internacional se propone lograr. Y la empresa ven en los ODS valor más allá de los beneficios económicos al asumir la responsabilidad de actuar acorde a unos principios de sostenibilidad establecidos.
Previamente, para consolidar esta tendencia en la Agenda 2030, en junio de 2011 el Consejo de Derechos Humanos, principal Órgano Intergubernamental de las NN.UU. encargado de la promoción de los DD.HH, hizo suyos los principios rectores sobre las empresas y los derechos humanos elaborados por John Ruggie. Los Principios Rectores ("Proteger, Respetar y Remediar"), articulan el nuevo marco de Naciones Unidas sobre empresas y derechos humanos. Se establece una distribución de funciones entre los Estados y las empresas, poniendo el énfasis en la búsqueda de remedios para las víctimas que han visto vulnerados sus derechos por realizar actividades empresariales. Las empresas tienen la responsabilidad de establecer políticas y mecanismos internos que aseguren la identificación, prevención y mitigación de los posibles impactos adversos de sus actividades y cadenas de valor sobre los derechos humanos.
[1] Iniciativa voluntaria, en la cual las empresas se comprometen a alinear sus estrategias y operaciones con diez principios universalmente aceptados en cuatro áreas temáticas: derechos humanos, estándares laborales, medio ambiente y anti-corrupción. Por su número de participantes, 12,000 en más de 145 países, el Pacto Mundial es la iniciativa de ciudadanía corporativa más grande del mundo. El Pacto es un marco de acción encaminado a la construcción de la legitimación social de las corporaciones y los mercados. Aquellas empresas que se adhieren al Pacto Mundial comparten la convicción de que las prácticas empresariales basadas en principios universales contribuyen a la construcción de un mercado global más estable, equitativo e incluyente que fomentan sociedades más prósperas.
Artículo y opiniones vertidas por Félix Fuentenebro, director de medicusmundi FAMME