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16 de octubre, Día Mundial de la Alimentación

Mañana se celebra el Día Mundial de la Alimentación que, coincidiendo con el 73º aniversario de la fundación de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), pretende ser un momento de concienciación social acerca del problema alimentario mundial, fortaleciendo la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza, basándose en el hecho de que la alimentación es un requisito para la supervivencia y el bienestar de la humanidad, y una necesidad humana fundamental. Y así, este día se convierte en una oportunidad para reflexionar acerca de los compromisos tomados en relación con el cumplimiento del Objetivo de Desarrollo del Milenio 2 (ODS 2); alcanzar el #HambreCero para 2030.

 

El ODS 2 pretende “poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible”. Existen una serie de datos, llamémoslos curiosos, que es importante conocer a la hora de reflexionar sobre alimentación mundial. Por ejemplo, que a pesar de que cada año aproximadamente 800 millones de personas pasan hambre en el planeta, anualmente se producen el doble de alimentos necesarios para que los más de 7.300 millones de personas que lo habitan se alimenten; considerando que para 2050 se calcula que la población aumentará en cerca de 2.000 millones de personas, resulta obvia la necesidad de hacer profundos cambios en el sistema agroalimentario mundial si pretendemos sobrevivir sin desabastecer la Tierra.

En todo el mundo, las mujeres son las principales encargadas de la nutrición, seguridad y calidad de los alimentos en la familia y en la comunidad; en los países en vías de desarrollo, la mayor parte de su trabajo se dedica a la agricultura, ocupándose de la siembra, escarda, fertilización y recolección de los alimentos básicos, como el arroz, trigo y maíz, que representan más de 90% de la dieta de la población rural pobre.

Las malas prácticas de recolección y el desperdicio de alimentos han contribuido a la escasez de alimentos. El hambre y la malnutrición hacen que las personas sean menos productivas y más propensas a sufrir enfermedades, por lo que no suelen ser capaces de aumentar sus ingresos y mejorar sus medios de vida.

A nivel internacional, las regulaciones de la Organización Mundial del Comercio y de la Unión Europea obligan a cumplir con el criterio DUS (Distinción, Uniformidad y Estabilidad) para poder sembrar, vender o intercambiar semillas, un mandato difícil de cumplir para la agricultura tradicional, cuyas semillas no son uniformes ni estables. Estas normas internacionales llevan por un lado, a que los pequeños agricultores tengan dificultades para resembrar y comercializar su propia simiente, viéndose en la necesidad de comprar semillas certificadas pero uniformes y a alto coste, pero también, directa e indirectamente, a la pérdida de biodiversidad, pues actualmente se producen y distribuyen unas 150 especies de semillas (frente a las 8.000 a 10.000 que se han utilizado a lo largo de nuestra historia), obteniéndose el 60% de las calorías de nuestra dieta sólo de 4 (trigo, maíz, arroz y patatas).

Las guerras también han afectado negativamente a la disponibilidad de alimentos y han provocado la destrucción del medio ambiente, fundamental para los cultivos. Actualmente, se han visto obligadas a huir de sus hogares más personas que en cualquier momento desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el hambre, la pobreza y el cambio climático también contribuyen al desafío migratorio. Muchos migrantes llegan a los países en desarrollo, creando tensiones donde los recursos ya son escasos, pero la mayoría, unos 763 millones, se trasladan dentro de sus propios países más que al extranjero. Los grandes desplazamientos de población exigen una acción a escala mundial.

¿Qué podemos concluir de toda esta información? Por un lado, que trabajar en el ODS 2 implica tocar campos diferentes a la alimentación exclusivamente, pues parte del problema deriva de otros (desplazamientos migratorios, cambio climático…); por otro, que existen una serie de pequeños actos que los ciudadanos de a pie podemos llevar a cabo y, casi sin darnos cuenta, ayudar a mejorar la situación global. Por ejemplo, aprendiendo a no tirar comida (lo que se conoce como “hacerse amigo de las sobras”, implicando no desperdiciar comida que sobre cada día, congelándola o bien aprovechándola para hacer otros platos); adoptando una alimentación más sostenible y saludable (comprar local, por ejemplo, o utilizando nuestras propias recetas simples y sencillas en lugar de alimentos preelaborados), o exigiendo a empresas y gobiernos que tomen las decisiones y realicen los cambios necesarios para lograr el objetivo #HambreCero. Nosotros, desde Medicus Mundi Norte y con la colaboración del Gobierno de Cantabria, hemos apostado este año por el proyecto “Bintou y yo”, un cuento y guía didáctica que pretende servir como primera aproximación al tema de la desnutrición en África para los más pequeños, en dos colegios de la comunidad. A partir del cuento, del 1 al 4 de octubre llevaremos a cabo diferentes talleres en varios colegios cántabros, dirigidos por Lucía Nosti, Responsable de Educación para el Desarrollo de Medicus Mundi Norte (Delegación de Asturias); también contamos con la colaboración de la cuenta cuentos mariposanegra, que de octubre a enero, deleitará con la historia a quienes se animen a venir a diferentes bibliotecas y colegios que iremos publicando a lo largo del curso.

Para saber más acerca de cómo aportar tu granito de arena a la situación alimentaria mundial, así como conocer más datos sobre la misma, podéis entrar a la página dedicada expresamente a ello, http://www.fao.org/world-food-day/es/ .

Adriana Barquín Toca

Fuentes: