MERECES
la madre se aferraba a la bebé, protegiéndola con su cuerpo,
mientras le cantaba al oído para que no se asustara. Su voz se hizo más ronca
y la nana se convirtió en una plegaria:
— Mereces vivir en un lugar donde te quieran,
mereces que tu voz sea escuchada,
mereces que se reconozca tu valor,
mereces ir a la escuela y cumplir tus sueños,
mereces que tu vida sea larga y tranquila
porque mereces la vida, mi querida niña.
Aunque sea lejos de tu tierra …
Antonia Sánchez Verdejo